20081005

Urbanidad

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Un hombre se sienta en el poyo húmedo junto con su saco de gangoche y su perro canelo de raza indefinida. Siete de la mañana. Él saca su peine de la bolsa de atrás del pantalón que fue negro y con precisión de estilista, acicala al compañero empezando por esponjarle la cola. Paso, me saludan y les devuelvo la cortesía. Los robles sabana aun no tienen flor, pero por un instante, el Morazán resplandece.