20061227
20061214

También los monstruos perciben y sienten. Ellos también sueñan y crean. Muchos van por ahí, de la mano de la noche y de la soledad, que nunca les da la espalda ni hace muecas repelentes ante su presencia. Los monstruos son seres vivientes maravillosos que perduran en tal categoría porque está es proporcional a la perdurabilidad de nuestra imcomprensión y nuestro sadismo social. Yo creo que no existen los monstruos sino sólo las máscaras. Y por cierto no son ellos quienes las llevan. Somos nosotros.
20061211

Una de las grandes figuras de la historia de la danza costarricense, Cristina Gigirey, falleció sorpresivamente ayer martes 5 de diciembre.
La muerte de la bailarina, coreógrafa y maestra, fue causada por un paro cardíaco, en horas de la mañana, en la Clínica Bíblica.
El triste acontecimiento fue una sorpresa para familiares, amigos y conocidos de doña Cristina. Su hija Gabriela Dorries, manifestó que lo sucedido tomó por sorpresa a toda su familia. “Mami estaba bien, se sintió mal en la mañana y por eso mi hermano y mi papá la llevaron a la Clínica, y unas horas después murió”, manifestó Gabriela.
El cuerpo de doña Cristina será cremado, y las honras fúnebres se realizarán el viernes 8 a las 10 de la mañana en el cementerio Jardines del Recuerdo, según informó su hija Gabriela.
Cristina Gigirey será recordada por siempre por sus creaciones coreográficas y sus interpretaciones, como “Bosnia”, “Aquella Mujer” y la inolvidable “La Casa de Bernarda Alba”, entre muchas otras. Ella fue una de las creadoras de la Escuela de Danza de la Universidad Nacional, y desde 1983 dirigía el grupo y academia Abend, con la cual recorrió distintos países del mundo. Su ausencia es una pérdida sensible para la danza nacional.
Tomado de Red Cultura.
Dios! No me había dado cuenta... Se nos fue una de las grandes...

A la brava
Nacemos para morir. Sólo que a algunos les sobreviene la muerte en un momento injusto y por una vía que no debió ser. A la brava si me explico. Pienso en Chile y en los chilenos muertos o desaparecidos por miles en los últimos tres decenios de su historia. También pienso en un Chile que aún es una casa dividida contra sí misma. La muerte de un general retirado reaviva heridas que nunca han dejado de sangrar. Muchas de ellas, abiertas por este mismo. Augusto Pinochet nació para morir y lo hizo a los 91 años, longevo como la mala hierba. La muerte le llegó de manera injusta, a la brava; cuando todavía tenía que responderle a tantas madres y padres, cónyuges, hijos e hijas que aún se preguntan con las uñas sucias donde están las tumbas de los que aman y de quienes no se les permitió despedirse. Que ya no haya más tumbas anónimas en ese maravilloso suelo austral que es más una celebración de la vida que un campo de homicidios. Que los muertos descansen en paz. Que los vivos trabajen en paz.